lunes, 20 de abril de 2009

Con motivo de la XXXVI Feria del libro de Córdoba el Servicio de Publicaciones edita y financia el pregón de Pablo García Baena.

Noticia editada y publicada en el Diario ABC con motivo de la Feria del Libro de Córdoba.

"A la Feria del Libro de los jardines de la Victoria hay que ir aunque uno no esté dispuesto a gastarse un solo euro. Tal vez una de las mejores razones para acercarse a esta cita con la lectura no tiene precio ninguno: se trata de los libros de pequeño tamaño que la organización entrega gratis y que contienen la reproducción del pregón de inauguración de la Feria que pronunció el pasado viernes el poeta cordobés Pablo García Baena.
Son treinta páginas que, más que redactadas, parecen esculpidas con el cuidado y el mimo de un orfebre que conoce muy bien el oficio de escribir y la pasión de leer. Una joya en la que da gusto recrearse. Aunque sea larga, vale la pena reproducir la entrada del texto, titulado «Vestíbulo del libro».
«Todos los años con la primavera, en Andalucía con las palomas de los parques, en Cataluña con San Jorge y las rosas, los libros entreabren la corola de sus páginas como si florecieran en el verdor de hojas de un árbol prodigioso. Y tiene también este sacar de libros a la calle, en escaparates y ferias, algo de procesión de rogativas, de «preces ad petendam pluviam», pues raro es el año que la lluvia no hace del libro papel mojado y anega la parihuela gestatoria donde pasea don Miguel de Cervantes como reliquia principal y al caballero de las letras, él que tanto supo de calamidades y sequías, de caminos polvorientos y sembrados resecos».
Góngora, Borges
García Baena hace un recorrido íntimo por el origen de la lectura y de la escritura, con una prosa exquisita, preciosista. Cita a Valle-Inclán, a Quevedo, a María Teresa de León, a Lorca, a Adriano del Valle, a Picasso, a Góngora, a Borges, a Guttemberg, a Antonio de Nebrija. Cincela cada adjetivo para espantarse con «los humazos de hojas de libros» quemados y elige con primor cada palabra para nombrar «a los libros de coro, a los evangeliarios, los misales, los códices, los antifonarios que abren sus páginas doradas como retablos estofados sobre los facistoles, los atriles y las credencias». Todo para descubrir a quien le escuchara o le lea que «los misterios gozosos del libro» no se olvidan."

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